sábado, 7 de agosto de 2010



"Hace unos días, en una tertulia sobre la frustración, insistíamos en que ésta llega cuando nos sentimos desilusionados, insatisfechos o tristes al no conseguir lo esperado. Pero la frustración en sí misma no es negativa, es una realidad; y nos iría mejor si en lugar de hundirnos, la recondujéramos y aprendiéramos de las experiencias. Conviene que niños, jóvenes y adultos desarrollemos recursos que nos permitan afrontar y superar esas frustraciones. El problema surge porque muchas personas tienen un nivel de tolerancia de frustración muy bajo y, a la mínima, se sienten hundidos. En tono simpático, os muestro una receta que ofrecí en esa tertulia: mezclemos 3 dosis de realismo, 4 de esperanza, 5 de relatividad, 6 de imaginación y 7 de alegría. Aigemos y servamos la mezcla en copas grandes. Beberemos 2 litros los días fáciles y 4 los días difíciles".

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